Los momentos importantes de la vida se quedan grabados para siempre: la celebración del amor, una fiesta que vuelva a reavivar esa época dosmilera o, incluso, volver de lleno al pasado al ritmo de Take On Me de A-ha. Todos estos instantes por muy efímeros que sean siempre formarán parte de cada uno de nosotros y de nuestra historia. Un gran filósofo, Aristoteles, dijo sobre el amor que este era la causa de la unidad en todas las cosas y sí, resulta ser cierto. Esto que también podríamos llamar conexión no solo se encuentra en personas allegadas, sino además en lugares, en experiencias y tal vez, en mí, aunque muchos solo me veáis como una escultura. Después de todo, otros me han conocido como Agripina, la musa y protectora del amor. Pero esta no es mi historia.
La historia que vengo a contarte comienza con un día precioso. Un día, en el que para nuestros protagonistas solo existió el amor, el cariño y la lealtad para toda la vida. Un día en el que todos los detalles estuvieron medidos y predispuestos a su gusto, donde se podía sentir ese aura de ensueño desde la entrada. Y no porque estuviese yo aunque quizás sí… Clara, nuestra novia, estaba preparada para el gran momento, realizar esa entrada triunfal que la llevaría a cumplir su gran deseo junto a su prometido Juan, casarse con el amor de su vida. Pero hasta los momentos mejor planeados pueden tambalear de alguna forma, aunque desde mi punto de vista las adversidades pueden suponer una jugada afortunada del destino.
A escasos minutos de que el “para siempre” de nuestros novios comenzase, a Clara le asaltan los nervios, lo que le hace en cuestión de segundos buscar un lugar en el que tomarse un momento para refugiarse del bullicio de los invitados. Y de entre todos esos lugares a los que podía recurrir, el destino la llevó hacia mí. Un lugar que parece existir fuera del tiempo y del espacio, un refugio donde la realidad se desvanece y donde los sueños pueden palparse. Ante Clara, se alza una antigua escultura de mármol, una mujer o quizás una musa, piensa ella, que le hace sentir una energía única como si guardara secretos ancestrales o historias olvidadas con una mirada inspiradora y protectora, por lo que no duda en abrirse a ella porque de todas formas, ¿quién podría escucharla allí? Desde luego, yo no iba a hacer oídos sordos.
- ¿Por qué siento un vértigo que no puedo controlar precisamente ahora? Tengo muchas dudas. ¿Y si no es el momento adecuado? ¿Y si cometo un error? ¿Y si falla algo? – Se pregunta Clara.
Se sintió tonta porque sabe que una escultura de mármol no puede darle respuestas a tantas preguntas pero lo que ella no sabe es que no soy una escultura cualquiera, soy Agripina. Y por golpe del destino, casualidad o quizás un poquito de magia aparece la encargada de la organización del evento que hasta entonces ha pasado desapercibida para Clara.
- Sé que puedes sentirte abrumada en este momento, pero permíteme decirte algo. Casarse es una de las decisiones más bonitas que se pueden tomar en la vida. Es un compromiso de amor, compañerismo y crecimiento mutuo. Tener dudas es, y lo sé por experiencia, algo por lo que todos pasamos cuando se trata de tomar decisiones importantes que sabemos que cambiarán nuestra vida. Le elegiste para compartirlo todo porque sabes que él es esa persona especial que la gente se pasa la vida buscando. Y si tu preocupación es que algo falle… créeme, estoy segura de que todo está perfecto y de que será un recuerdo único e imborrable que estamos deseando compartir contigo. – Le dijo la organizadora con una mirada protectora e inspiradora que a Clara le resultó bastante familiar.
Pocos segundos después, Clara desvió la mirada hacia su entrada y para cuando quiso responder, la desconocida ya no se encontraba allí. Miró de nuevo a esa peculiar escultura y sintió que esa seguridad que pensaba haber perdido había vuelto. Sin saber cómo, sus pies empezaron a avanzar con seguridad hasta su entrada, respiro profundo, miró a Juan y en ese instante supo que nada fallaría, que no habría errores y que era el momento perfecto.
Fué un día mágico, una de las bodas más preciosas que haya existido jamás y al final fueron felices para siempre. Y os preguntaréis cómo lo sé… Pues lo sé porque fuí yo la que los unió aquí hace años y cariño, una musa que inspira y protege el amor verdadero nunca se equivoca.